nuevas andanzas por los pagos de Victorica
Publicado: Jue Mar 31, 2016 11:15 pm
Hacia allá nos dirigimos este año con mi hermano y compañero de cacerías, que nos retrotraen a los albores de las primeras civilizaciones.
Otro año en busca del ciervo colorado, con la promesa de entrarle a algún colmilludo si se daba la oportunidad.
Llegamos entrada la tarde a destino, donde nos recibió nuestro guía, juntos marchamos al campito que oficiaría de base para nuestras salidas a distintos campos donde intentaríamos estos lances venatorios y hacernos con un trofeo o algún ciervo mejor que el cobrado el año pasado, y de paso poder traernos algo de carne para improvisar algún plato gourmet.
Luego de una picadita y un tinto para calmar las ansiedades, nos fuimos para la zona del Durazno, donde nos encontraríamos con otro paisano, quien resultaría mi guía, el Pichu, hombre curtido por las impiedades del campo.
Ahí nomas, siendo aproximadamente las 0:30 emprendimos una caminata por una picada para ver si podíamos escuchar algún bramido, pero si bien la luna estaba de nuestro lado, el viento nos estaba jugando una mala pasada, ya que con este tipo de clima los bichos se echan y rescinden sus deseos venéreos; pero luego de un rato de andar, emprendimos el camino hacia el casco de la estancia donde reside el Pichu, que a modo de anfitrión nos ofreció unos mates en la cocinita que hasta cocina a llena tenía, y luego una catrera para descansar un rato, y volver a salir antes del alba.
Párrafo aparte merece una mención la vida que lleva este muchacho en el medio de La Pampa, donde el pueblo mas cercano esta a unos 60 km, con caminos en mal estado y solo la compañía de unos perros, caballos, entre otros animales domésticos y no tanto, ya que hasta un rayón de tenía de mascota.
Tipo cinco, volvimos al monte, con el viento bastante fuerte y que para dificultar las cosas remolineaba a lo loco, por lo que acercarnos no sería tarea fácil.
Cruzamos varios cuadros, picadas por medio, pero todavía nada, hasta que a eso de las 7:40hs escuchamos un par de bramidos uno medianamente cerca y el otro no tanto, así observando el viento nos dirigimos al que teníamos mas cerca. Nos empezamos a agachar un poco ya que la copa de los caldenes no nos dejaban ver nada, no podíamos ubicarlo, en una de esas entre nosotros y el ciervo se levante un ñandú que salió como diablo que perdió el poncho rumbo con rumbo hacia donde se escuchaban los bramidos, ahí maldije al bicho pensando que nos había espantando nuestra presa; sin embargo el guía me dice que para él no se había movido y que esperáramos que cuando bramara el otro, este le contestaría y así fue al cabo de unos minutos lo volvimos a escuchar, y ahí lo pudimos ver …. el muy turro estaba echado rodeado de al menos dos o tres hembras, y a la vos de “tírele compañero que es uno lindo”, “tírele que se nos va”, apoye el CZ con mira zeiss conquest 3,5 a 10 x 44 en mi bastón de tiro improvisado con un palo de escobillón tuneado al efecto, le zampe la primera descarga de mi 30-06 una S&B de 180 grs. SP, tiro que le entró por el pecho y salió por detrás de la mano, ahí nomas cayo como fulminado, pero se ve que el shock duró poco porque así como cayó se levantó y para que seguir con la narración si solo basta decir que al cabo de unos seis tiros en total, me hice de mi trofeo… un hermoso colorado de 10 puntas bastante parejo y simétrico, abrazos y felicitaciones. Alguna vez había escuchado que a alguien se le había ido una presa por falta de balas, como verán no fue mi caso…
Luego pudimos constatar que tenia al menos tres tiros bien pegados, y alguno que otro habrá ido anda a saber donde, pero bue, lo importante es que el sufrimiento duro poco para el ciervo y… para mí también.
Luego vinieron dos días mas de cacerías de arduas caminatas entre piquillines, algarrobos, caldenes y maleza intentando acompañando a mi hermano en busca de su trofeo, pero la suerte nos abandonó ya que, el primer día no escuchamos bramar nada y el segundo, en cambio, si bien estuvimos rodeados de ciervos bramando como nunca habíamos escuchado, mi “Cumpita” como le decía el guía no pudo ponerse a tiro de ninguno, y yo dejé correr uno joven de seis/siete puntas, más que satisfecho con mi trofeo adquirido.
Otro año en busca del ciervo colorado, con la promesa de entrarle a algún colmilludo si se daba la oportunidad.
Llegamos entrada la tarde a destino, donde nos recibió nuestro guía, juntos marchamos al campito que oficiaría de base para nuestras salidas a distintos campos donde intentaríamos estos lances venatorios y hacernos con un trofeo o algún ciervo mejor que el cobrado el año pasado, y de paso poder traernos algo de carne para improvisar algún plato gourmet.
Luego de una picadita y un tinto para calmar las ansiedades, nos fuimos para la zona del Durazno, donde nos encontraríamos con otro paisano, quien resultaría mi guía, el Pichu, hombre curtido por las impiedades del campo.
Ahí nomas, siendo aproximadamente las 0:30 emprendimos una caminata por una picada para ver si podíamos escuchar algún bramido, pero si bien la luna estaba de nuestro lado, el viento nos estaba jugando una mala pasada, ya que con este tipo de clima los bichos se echan y rescinden sus deseos venéreos; pero luego de un rato de andar, emprendimos el camino hacia el casco de la estancia donde reside el Pichu, que a modo de anfitrión nos ofreció unos mates en la cocinita que hasta cocina a llena tenía, y luego una catrera para descansar un rato, y volver a salir antes del alba.
Párrafo aparte merece una mención la vida que lleva este muchacho en el medio de La Pampa, donde el pueblo mas cercano esta a unos 60 km, con caminos en mal estado y solo la compañía de unos perros, caballos, entre otros animales domésticos y no tanto, ya que hasta un rayón de tenía de mascota.
Tipo cinco, volvimos al monte, con el viento bastante fuerte y que para dificultar las cosas remolineaba a lo loco, por lo que acercarnos no sería tarea fácil.
Cruzamos varios cuadros, picadas por medio, pero todavía nada, hasta que a eso de las 7:40hs escuchamos un par de bramidos uno medianamente cerca y el otro no tanto, así observando el viento nos dirigimos al que teníamos mas cerca. Nos empezamos a agachar un poco ya que la copa de los caldenes no nos dejaban ver nada, no podíamos ubicarlo, en una de esas entre nosotros y el ciervo se levante un ñandú que salió como diablo que perdió el poncho rumbo con rumbo hacia donde se escuchaban los bramidos, ahí maldije al bicho pensando que nos había espantando nuestra presa; sin embargo el guía me dice que para él no se había movido y que esperáramos que cuando bramara el otro, este le contestaría y así fue al cabo de unos minutos lo volvimos a escuchar, y ahí lo pudimos ver …. el muy turro estaba echado rodeado de al menos dos o tres hembras, y a la vos de “tírele compañero que es uno lindo”, “tírele que se nos va”, apoye el CZ con mira zeiss conquest 3,5 a 10 x 44 en mi bastón de tiro improvisado con un palo de escobillón tuneado al efecto, le zampe la primera descarga de mi 30-06 una S&B de 180 grs. SP, tiro que le entró por el pecho y salió por detrás de la mano, ahí nomas cayo como fulminado, pero se ve que el shock duró poco porque así como cayó se levantó y para que seguir con la narración si solo basta decir que al cabo de unos seis tiros en total, me hice de mi trofeo… un hermoso colorado de 10 puntas bastante parejo y simétrico, abrazos y felicitaciones. Alguna vez había escuchado que a alguien se le había ido una presa por falta de balas, como verán no fue mi caso…
Luego pudimos constatar que tenia al menos tres tiros bien pegados, y alguno que otro habrá ido anda a saber donde, pero bue, lo importante es que el sufrimiento duro poco para el ciervo y… para mí también.
Luego vinieron dos días mas de cacerías de arduas caminatas entre piquillines, algarrobos, caldenes y maleza intentando acompañando a mi hermano en busca de su trofeo, pero la suerte nos abandonó ya que, el primer día no escuchamos bramar nada y el segundo, en cambio, si bien estuvimos rodeados de ciervos bramando como nunca habíamos escuchado, mi “Cumpita” como le decía el guía no pudo ponerse a tiro de ninguno, y yo dejé correr uno joven de seis/siete puntas, más que satisfecho con mi trofeo adquirido.
